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¿Qué leemos en Tiflolibros? - edición abril
¡Hola usuarias y usuarios de Tiflolibros!, esta vez queremos compartir con ustedes lo que ya se ha vuelto un clásico de cada semana para quienes leemos desde la biblioteca accesible Tiflolibros. Marta Traina, una de las fundadoras de la Biblioteca y parte del actual equipo de Tiflonexos, nos presenta esta serie de sugerencias y recomendaciones de lectura, acompañadas por #Críticas, #Reseñas y #Sinopsis y sus respectivos enlaces de descarga, que nos puede resultar útil en esos momentos en los que nos preguntamos una y otra vez… ¿Qué leo?
Es por esto que, con el fin de invitarlos a la lectura, seleccionamos tres títulos para ustedes. Esperamos que los disfruten. ¡Saludos!
- 1. La isla del árbol perdido, de Elif Shafak
¡Hola! viajamos con los libros, hoy traigo la última novela de la autora británico-turca Elif Shafak. La isla del árbol perdido es un relato exhuberante y delicado, una historia de amor y de búsqueda de las raíces. Va la reseña, comentarios de prensa, datos biográficos y el link de descarga desde Tiflolibros.
Reseña
En un convulso 1974, mientras el ejército turco ocupa el norte de Chipre, Kostas, un griego cristiano, y Defne, una turca musulmana, se reúnen en secreto bajo las vigas ennegrecidas de la taberna La Higuera Feliz, donde cuelgan ristras de ajos, cebollas y pimientos. Allí, lejos del fragor de la guerra, crece a través de una cavidad en el techo una higuera, testigo del amor de los dos jóvenes, pero también de sus desencuentros, del estallido del conflicto, la destrucción de Nicosia y la trágica separación de los dos amantes.
Décadas más tarde, en el norte de Londres, Ada Kazantzakis acaba de perder a su madre. A sus dieciséis años, nunca ha visitado la isla en la que nacieron sus padres y está desesperada por desenredar años de secretos, división y silencio. La única conexión que tiene con la tierra de sus antepasados es un Ficus carica que crece en el jardín de su casa.
La isla del árbol perdido es una historia llena de magia sobre la pertenencia y la identidad, el amor y el dolor, y la asombrosa capacidad de renovación a través de la memoria.
La crítica ha dicho
“La isla del árbol perdido despliega ternura y humor. Su lectura me produjo un intenso placer” - Siri Hustvedt
“Una voz única en la literatura mundial” - Ian McEwan
“Una novela mágica y maravillosa” - William Boyd
“Maravillosa” - Mary Beard
“Humana y encantadora” - Mail on Sunday
“Hechizante. (...) Un tapiz de emociones intensas hilado con fibras de luz” - The Sunday Telegraph
“Una historia mágica sobre la naturaleza, la humanidad y el amor. (…) Preciosa” - Time
“Hermosa y feroz” - The Guardián
Datos biográficos
Elif Shafak nació en Estrasburgo en 1971, de padres turcos. El trabajo de la madre, una diplomática, la obligó a viajar y a residir en distintos países, entre ellos España.
Se graduó en Relaciones Internacionales en Medio Oriente en la Universidad Técnica en Ankara, Turquía. Obtiene su maestría de grado de Ciencia en el Género y Estudios de la Mujer, con una tesis de la Deconstrucción de Feminidad a lo largo del Entendimiento Cíclico de los Derviches Heterodoxos en el islam. Logró su Doctorado en filosofía en el Departamento de Ciencia Política en la misma universidad.
Actualmente vive con su familia entre Estambul y Londres, colabora con distintos periódicos turcos, ingleses y estadounidenses y es un miembro muy activo del London Speaker Bureau. En 2021 fue una de las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes según la BBC; ha sido juez de numerosos premios literarios, incluido el premio PEN Nabokov, y ha presidido el Premio Wellcome. Recientemente, recibió el Premio Internacional de Literatura Halldór Laxness por su contribución a «la renovación del arte de contar historias». Su obra ha sido traducida a 55 lenguas.
A la hora de escribir, suele alternar el inglés y el turco. Tras el éxito internacional de La bastarda de Estambul (Lumen, 2009), Shafak publicó El fruto del honor (Lumen, 2012). Con El arquitecto del universo (Lumen, 2015), Shafak volvía a hablarnos de su querida Estambul y situaba la acción en los tiempos en que se construyeron las grandes mezquitas y los hermosos palacios. En 2016 Lumen editó Las tres pasiones, un libro a caballo entre la tradición y el afán por descubrir otras maneras de ver la vida y en 2020 publicó Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo, finalista del Premio Booker y el Premio Ondaatje de la Real Sociedad de Literatura. Su última novela, La isla del árbol perdido, que Lumen publica en 2022, ya ha sido finalista del Premio Costa Book.
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- 2. Kraken, de China Mieville
¡Hola! para seguidores del género fantasía, una detallada crítica a Kraken, de China Mieville publicada en el sitio La espada en la tinta.
China Miéville irrumpió en el año 2000 de la mejor forma posible, con Perdido Street Station (“La estación de calle Perdido”, La Factoría de Ideas en castellano en 2001); era fantasía del nuevo milenio, rompedora, inclasificable, caótica, y arrasó con todo ganando el Arthur C. Clarke Award y el British Fantasy Award de 2001, quedando nominada al Hugo, al Nebula, al World Fantasy, al Locus y al British Science Fiction Award. En ella presentaba la ciudad de Nueva Crobuzón en el mundo de Bas-Lag (de inspiración steampunk), el mismo donde seguiría con sus dos siguientes novelas, The Scar y The Iron Council, ambas multipremiadas y nominadas a tantos otros premios (y también editadas por La Factoría de Ideas como “La cicatriz” y “El Consejo de Hierro”).
Quizás interesado en experimentar fuera de Bas-Lag, sus siguientes novelas, Un Lun Dun (2007), The city & the city (“La ciudad y la ciudad”, La Factoría de ideas), Kraken (2010), Embassytown (Fantascy, 2013) y Railsea (2012), las establecería en otras localizaciones, a menudo nuestro propio mundo apuntándose a lo que hoy se conoce como fantasía urbana. Muchas de ellas fueron premiadas o nominadas también, y es que Miéville parece despertar pasiones haga lo que haga.
Aparte de sus novelas, China Miéville ha guionizado cómic para DC ("Hellblazer" y la actual serie de "Dial H for Hero") y escenarios de campaña de "Pathfinder", aparte de militar en la International Socialist Organization y la International Socialist Network, y ser candidato para el Socialist Workers Party en UK en las elecciones de 2001. Habiendo estudiado antropología social, doctorándose en Relaciones Internacionales por la London School of Economics (2001), en la actualidad enseña escritura creativa en la universidad de Warwick. Con un currículum tan impresionante, es de extrañar que pueda mantener un buen ritmo de publicaciones (académicas, además de obras de ficción), y sin embargo lo logra, manteniendo un nivel de calidad altísimo. Y es que China Miéville es un genio; y como tal, siguiendo el tópico, un excéntrico. Así lo atestiguan sus novelas, que suelen mezclar las ideas más extravagantes con una soltura casi "vanceana" para crear mundos surrealistas, desbordantes de imaginación, y a la vez, coherentes y creíbles.
“Las soluciones que propone a los dilemas que va planteando desde el inicio de la narración son, a veces, brillantes”.
Kraken, la última de sus obras publicada en España de la mano de La Factoría de Ideas (premiada en 2011 con el premio Locus a la mejor novela de fantasía), es un perfecto ejemplo de ello, la quintaesencia de Miéville y la demostración de que se pueden plantear los conceptos más retorcidos y desarrollarlos sin caer en el absurdo que un autor menos hábil no podría esquivar. Y es que Kraken parece, bajo un primer escrutinio, una locura, puro delirio: el Kraken, pieza estrella de la exposición, ha desaparecido, literalmente, del museo; ¿cómo puede alguien robar ocho metros de calamar gigante ("Architeuthis Dux") flotando en un tanque en formol sin que nadie, ni los guardias, ni los visitantes, ni ningún encargado se percate? Billy, uno de los conservadores tampoco se lo explica, y por más que insista en su desconocimiento, extraños personajes empiezan a aparecer en su vida empeñados en que está vinculado de algún modo con todo el asunto. Una brigada especial de la policía dedicada a documentar y contrarrestar (cuando suponen un peligro) los cultos y sectas que brotan como setas en el cuerpo del Londres oculto quiere reclutarlo para la investigación al mismo tiempo que la secreta iglesia del Kraken lo reclama como profeta.
El Tatuaje, el bidimensional señor de los bajos fondos, manda a capturarle a dos esbirros, Goss y Subby, cuyo mero nombre evoca las escenas más desagradables de los últimos cientos años de historia londinense. Y por sobre de todos ellos flota una sensación de malestar de origen incierto, de inminencia, un miasma psíquico de miedo y expectación que sugiere que esta vez si, esta vez el final de todo está realmente cerca. La solución de Billy ante este embrollo es una huida hacia adelante; un intento de escapar a esta situación donde se ha metido sin saber cómo ni porqué, a base de intentar resolverla.
La desaparición del Kraken puede ser solo un "mcguffin" para introducirnos en el complicado submundo de Londres, una ciudad que vive a la sombra de la que todos conocemos, por donde se mueven magos, ocultistas, entidades sobrenaturales sindicadas, bandas de maleantes místicos y reyes del crimen enfrentados; o puede tratarse realmente del desencadenante del fin del mundo, por el que tantos suspiran, deseosos de un final –y una otra vida feliz y definitiva– tras este mundo convulso y cada vez más agotador. En esta comedia oscura entran y salen excelentes personajes e inolvidables secundarios, tales como Leon (que parece un alter ego del própio Miéville), Billy, Wati (el líder sindical de los familiares mágicos), Goss y Subby, el Tatuaje, Dean Purcell, los Londromantes, el camaleón proletario, Colingswood, y muchos, muchos más; moldeados con este humor oculto bajo una capa de total seriedad que los hace a todos entrañables.
Y el mayor personaje de todos es quizás (a parte del Kraken) la propia ciudad de Londres; Miéville parece estar obsesionado con las ciudades, ya que en todas aquellas de sus novelas que he leído las trata casi como entes vivos e independientes, formados por millones de células humanas, cemento e historia acumulada en sedimentos. La propia ciudad (Londres, Nueva Crobuzón, las ciudades hermanas de La ciudad y la ciudad) toma parte de los acontecimientos, ya sea personalmente o a través de sus agentes; pero no es nada raro en un contexto donde el mar mismo tiene una embajada en la ciudad, como la tienen tantas otras fuerzas sobrenaturales.
Este concepto de las ciudades parece heredero del planteado por Fritz Leiber en su Nuestra señora de las tinieblas, novela de terror donde creaba la práctica mágica de la “Megapolisománcia”, técnica mediante la cual se podía usar y canalizar el poder inherente de las urbes para fines personales; más tarde, Warren Ellis usaría la misma idea para crear a Jack Hawksmoor, dios de las ciudades, uno de los miembros originales del cómic “The Authority”; pero en ninguno de estos otros ejemplos el autor logra crear una sensación de personalidad propia tan marcada para su ciudad como Miéville.
“Una novela completa y bien tramada, ágil, entretenida y compleja” Kraken es, definitivamente, fantasía urbana, pero está a las antípodas de otros ejemplos (los libros de “Harry Dresden”, por ejemplo) de este subgénero en alza; al lado de la fantasía punk de Miéville, la mayoría de las demás parecen inocentes y desprovistas de color. Olvidémonos, cuando leemos a Miéville, de los arquetipos del género; sus magos no siguen el estereotipo Merliniano: aquí son arúspices de Londres que con una sierra mecánica abren la piel de asfalto de la ciudad para leer las tripas de la urbe y agentes de policía desaliñadas con más instinto que entrenamiento formal. Aquí, entre las páginas de Kraken, “villanos” y “héroes” son conceptos abstractos y completamente desdibujados; solo hay intereses, e intereses opuestos.
Y hablando de intereses, el interés de Miéville por temas sociales se nota en varios puntos, siempre de forma discreta; sus ideas políticas se deslizan de forma casi subliminal y toman una gran fuerza bajo el aspecto de metáforas como la huelga de familiares mágicos y el modo como termina, o la relación del poder establecido con el Tatuaje, rey de los bajos fondos. Este tipo de relaciones también se podían establecer en su trilogía de Bas-Lag, especialmente en El Consejo de Hierro, donde se respira un agradable espíritu antisistema.
Desde un punto de vista más “técnico”, Kraken me parece casi irreprochable. Como viene siendo frecuente desde los tiempos del Drácula de BramStoker, la narración corre a cargo de más de un protagonista, con lo que obtenemos una mejor visión de conjunto. Esta técnica contribuye, además, a agilizar las cosas y a poder cambiar de escenario fácilmente saltando de un narrador a otro sin pasar por entre medios aburridos entre acción y acción. Miéville usa el lenguaje sin pudor, adaptando o inventando términos según le conviene, dando con ello sensación de mayor realismo. La trama principal se resuelve, creo, de forma correcta y limpia, sin demasiados cabos sueltos; y en más de un momento uno tiene que reconocer que las soluciones que propone a los dilemas que va planteando desde el inicio de la narración son, a veces, brillantes. Quizás, si es que hay que encontrarle algún defecto, diría que uno o dos de los personajes evolucionan hasta finales que parecían poco dignos de su peso dramático, pero tal vez esto se puede achacar o a un intento de reforzar el realismo (en la vida real, el peso dramático que uno tenga no influye para nada en lo que tenga que pasar) o a otra muestra del humor negro del autor.
En resumen, la saga de Bas-Lag (La cicatriz, La estación de la calle Perdido, El Consejo de Hierro) es la trilogía por la que conocí a Miéville, y me gustó tanto que cada vez que anunciaba otra obra no perteneciente al ciclo de Bas Lag, solía predisponerme negativamente a ella. Citando a Neil Gaiman (en el documental The people vs. George Lucas), “Los fans saben exactamente lo que quieren; los fans quieren más de lo último que han leído y les ha gustado.
Eso es lo que los fans quieren. Les ha gustado esto que hiciste, quieren otro igual [...]”. No innovar, no arriesgarse; me identifico con esto. Como fan de muchas obras de ficción, es difícil aceptar que el autor quiera diversificar, tomar otros caminos, experimentar; cuando amamos unos personajes, un mundo inventado, queremos que sus creadores lo sigan alimentando; nos apropiamos de su creación. Si Tolkien siguiera vivo, no se le pediría que emprendiera un nuevo proyecto; se le exigiría más acerca de El señor de los anillos. Una segunda parte. Un spin off con alguno de sus personajes. Reconozco que es una actitud inconsciente normalmente, e infantil; pero aun así, completamente normal cuando nos movemos en estos campos de la fantasía, donde el autor nos lleva a evocar otra realidad y, si lo hace con maestría, consigue que la añoremos cuando termina el libro, Esta era exactamente la sensación que tenía con Miéville. Disfruté tanto sus novelas de Bas-Lag que tenía cierta predisposición negativa a cada obra que sacaba fuera de aquel universo. Deseaba leer más acerca de Nueva Crobuzón, no asistir a tramas de novela negra en ciudades bipolares o a conflictos diplomáticos en embajadas de planetas extraños; quería más de lo mismo. Cuando leí La ciudad y la ciudad me gustó, pero no me acabó de conquistar, aun reconociendo que es una excelente novela muy merecedora de los premios que ganó. Ni lo hizo El rey rata, ni Embassytown. Ha tenido que ser Kraken la primera novela desde El Consejo de Hierro que me devuelva la sensación que sentía al leer La estación de la calle Perdido. No porque Kraken esté a su altura, no lo está, sino por presentarme un escenario que conserva su espíritu de fantasía urbana y steampunk, y que, además, es una novela completa y bien tramada, ágil, entretenida y compleja. Con Kraken me he reencontrado con Miéville, pero es un viaje que se puede hacer a la inversa. Si no habéis leído aún nada suyo, empezad con Kraken, querréis seguir con todo lo demás, y al final, Nueva Crobuzón os estará esperando.
Este texto ha sido preparado, documentado y escrito por Nyarla es un friki con mucho tiempo libre que acecha en las librerías buscando emociones fuertes. Le apasionan Lovecraft, Poe, Tolkien, David Bowie y el coleccionismo de piedras. El fin de semana estará en la tenebrosa seguridad de algún cine.
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- 3. Nieve de Primavera, de Yukio Mishima
Hola, clásicos del siglo XX, una de las tantas obras de Yukio Mishima, Nieve de primavera. Va la reseña editorial, el comentario publicado en el blog Un libro al día, datos biográficos y el link de descarga de Tiflolibros.
Esta es la penúltima novela de Mishima. La acción transcurre en 1912, en los círculos cerrados de la corte nipona. Pero este mundo hasta entonces dominante en el Japón sufre una rápida apertura hacia formas y actitudes representadas por una burguesía de origen provinciano. El enfrentamiento de ambas fuerzas, relatado a través de las pasiones de unos protagonistas muy bien delineados, es la trama que pone de relieve las tensiones de una etapa histórica en la que se forja el Japón moderno. Encontrarán en Tiflolibros la tetralogía El mar de la fertilidad que se compone de Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel.
Comentario en el blog Un libro al día
Yukio Mishima: Nieve de primavera / Idioma original: Japonés / Título original: Haru No Yuki / Año de publicación: 1969 / Traducción: Domingo Manfredi / Valoración: Imprescindible.
Se cumplen hoy 50 años de la muerte / suicidio / performance (quien no conozca la historia deberá buscar en la red para alucinar un rato) de Kimitake Hiraoka, más conocido por Yukio Mishima, y en ULAD lo celebramos reseñando la primera parte de "El mar de la fertilidad", tetralogía considerada de forma más o menos unánime como el testamento ideológico y literario del autor. "Nieve de primavera" es, por tanto, la primera de las cuatro novelas de un ciclo vertebrado por el personaje de Shigekuni Honda. Digo vertebrado porque esta vez Honda es un personaje importante pero secundario, un testigo de excepción (y también contrapunto) de la historia protagonizada por Kiyoaki Matsugae y Satoko Ayakura, quienes vendrían a ser una suerte de Romeo y Julieta del Japón de principios de la era Taisho (1912-1926).
Vuelvo al comienzo de la reseña y me centro en eso de "testamento ideológico y literario del autor". Por una vez, y sin que sirva de precedente, en ULAD vamos a mostrarnos de acuerdo con la crítica sesuda cuando afirma tal cosa sobre "El mar de la fertilidad". Y es que en esta primera parte (y en el resto, pero de eso ya hablaremos otro día) se concentran las fijaciones y obsesiones que recorren toda la obra del autor.
En el plano ideológico, aparece la eterna dicotomía entre el viejo y el nuevo Japón, ese que comienza su occidentalización con la Restauración Meiji. Este enfrentamiento obsesionó a Mishima de forma tan profunda que le llevó a montar el "show" que acabó con su muerte. En la novela, el reflejo de ese enfrentamiento son las dos familias que la protagonizan - los Ayakura, viejos nobles venidos a menos, y los Matsugae, "nuevos" nobles occidentalizados y elevados en el escalafón social en los últimos tiempos - y fruto del mismo es la sensación de ajeneidad, extrañamiento o distanciamiento de los jóvenes Kiyoaki y Satoko.
Por otra parte, se observa la permanente fijación de Mishima por la belleza física, omnipresente a lo largo de su obra. En el aspecto literario, "Nieve de primavera" es la sublimación de la obra anterior de Mishima, que puede resumirse en la mezcla de lo "culto" y lo "popular".
Porque bajo la forma de un folletín de tomo y lomo, que emparenta la literatura de Mishima con lo popular, se esconde una literatura donde la penetración psicológica, la atención al detalle, la belleza, la delicadeza y la brutal construcción de imágenes es fundamental. Esto último confiere al texto un aura especial y permite que pasemos por alto ciertas vueltas de tuerca de la trama.
Más allá de estos aspectos generales, debemos distinguir dos partes bien diferenciadas en la novela, marcadas por la evolución del personaje de Kiyoaki.
La primera de ellas, la que corresponde a la "presentación" de personajes y situaciones es lenta y detallada, mientras que la segunda, ligada al cambio observado en la personalidad de Kiyoaki, es bastante más ágil. Ojo, ni mejor ni peor, solo diferente.
Por último, merece la pena destacar, además de la complejidad del personaje de Kiyoaki, la importancia de los personajes secundarios, ya sea como modelos de comportamiento, observadores o como desencadenantes de los hechos. Ninguno de los personajes sobra, todos aportan y esa aportación es clave para dotar de empaque a una novela absolutamente maravillosa y recomendable. Una de mis favoritas, por si no ha quedado claro.
Datos biográficos
Yukio Mishima (Tokio, Japón, 14 enero 1925 - 25 noviembre 1970). Yukio Mishima es el nombre literario de Hiraoka Kimitake, prolífico escritor japonés, autor de más de veinte novelas, decenas de piezas teatrales y numerosos cuentos, poemas, artículos y ensayos. Nacido en una familia de burguesía media, Mishima se vanagloriaba sin embargo de pertenecer por sus antepasados a la clase de los samuráis.
Criado por su abuela, realizó los estudios en Gakushüim, la escuela por tradición reservada a la nobleza. Escribió su primer cuento a los trece años y a los dieciséis su primer libro de relatos, que coincidió con su ingreso en la Facultad de Derecho. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en una fábrica aeronáutica, tras ser desestimado como piloto suicida. Tras obtener el doctorado en Derecho en 1947, fue empleado del Ministerio de Finanzas, pero tras un breve tiempo abandonó el empleo para dedicarse por entero a la actividad literaria. En junio de 1949 publicó Confesiones de una máscara, obra que cosechó un inmediato éxito y que supuso su definitiva consagración en el mundo literario.
Aunque en general se acogió la novela con un juicio favorable, algunos críticos mostraron perplejidad y reservas frente a la particularidad del tema (la confesión por parte del protagonista de su homosexualidad) que ciertamente representaba una novedad en la literatura japonesa.
En los años sesenta la figura de Mishima es vista siguiendo las dos distintas pero inseparables facetas de su personalidad. El Mishima hombre de acción encontró su soporte teórico en la idea de que la verdad puede ser alcanzada sólo a través de un proceso intuitivo en el que pensamiento y acción no son dos modalidades distintas. Mishima se hace portavoz de la necesidad de restaurar los valores de la cultura prebélica y militarista.
Sin embargo, jamás descuidó su ingente producción literaria. Tras la posguerra publicaría un gran número de novelas, entre las que destacan Sed de amor (1950), El color prohibido (1951), La muerte de la mitad del verano (1953), La voz de la onda (1954) y El sabor de la gloria (1963), siendo Después del banquete (1960) una de sus novelas de más éxito. Poco tiempo después escribió Patriotismo (1961). Entre su producción teatral de estos años cabe destacar Madame de Sade (1965) y Mi amigo Hitler (1968).
Su obra cumbre es, no obstante, la tetralogía El mar de la fertilidad, compuesta por las novelas Nieve de primavera (1966), Caballos desbocados (1968), El templo de la aurora (1970) y La corrupción de un ángel, completada esta última el mismo día de su muerte. Cada una corresponde a una reencarnación distinta del mismo ser. El tema central en esta singular obra es la crítica a la sociedad nipona por la pérdida de los valores tradicionales; en resumen: una historia épica del «país del sol naciente» moderno. A Yukio Mishima le preocupaba la creciente occidentalización de su país y analizaba la transformación del Japón desde una perspectiva pesimista y crítica.
En 1968 fundó con un grupo de amigos la Sociedad de los Escudos, una organización paramilitar de jóvenes que, desencantados con la debilidad de las instituciones imperiales y la obsecuencia constitucional del ejército, propiciaban un resurgimiento del Bushido, el tradicional código de honor samurai. Dos años más tarde, ocupó con su grupo, aunque sin uso de armas, la sede del estado mayor nipón en un intento de forzar la recuperación de los ideales heroicos de preguerra. El 25 de noviembre de 1970, ante el fracaso de su acción, se suicidó mediante el rito del seppuku al grito de «Larga vida al emperador».
Probablemente el escritor nipón más conocido en el extranjero; de él dijo el galardonado Y. Kawabata: «No comprendo cómo me han dado el premio Nobel a mí existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad sólo cada dos o tres siglos».
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